En el corazón de Oaxaca, hace más de medio siglo, nuestro abuelo descubrió su pasión por el mezcal. Con paciencia y dedicación, aprendió el arte de la destilación de sus ancestros, perfeccionando cada proceso hasta lograr un mezcal con un carácter único. Bajo la luz de la luna y el brillo de las estrellas, trabajaba incansablemente, enseñándonos que cada gota que brotaba del alambique no solo contenía el sabor del agave, sino también la pasión y el alma que él ponía en su oficio.

Durante décadas, nuestro abuelo compartió su conocimiento con la familia. Nos enseñó a seleccionar los mejores agaves, a respetar los tiempos de cocción, fermentación y destilación, y sobre todo, a honrar la tierra que nos brinda su riqueza. Cada noche de trabajo en el palenque era una lección de vida, una conexión profunda con nuestras raíces. Con el tiempo, su legado se convirtió en nuestra misión: preservar la tradición y llevar su esencia más allá de nuestra comunidad.

Inspirados por el esfuerzo y la pasión de nuestro abuelo, decidimos dar el siguiente paso: transformar nuestra herencia en una marca que reflejara todo lo que habíamos aprendido. Así nació Noche de Agaves, en honor a aquellas noches de trabajo incansable, entre el aroma del agave cocido y la ilusión de convertir el maguey en un elixir exquisito. Cada botella debía capturar no solo el sabor del mezcal, sino también la historia, el esfuerzo y la magia de nuestra tierra.

Desde su nacimiento, Noche de Agaves ha crecido, manteniendo intacto el espíritu de nuestro abuelo. Hoy, nuestro mezcal no solo es testimonio de tradición, sino también de momentos inolvidables: noches de fiesta, historias compartidas, risas y cantos con amigos. Cada vez que alguien destapa una de nuestras botellas, queremos que sienta esa conexión con Oaxaca, con la tierra y con nuestra historia. Porque más que una bebida, Noche de Agaves es una experiencia, una celebración de la vida y de nuestras raíces.